dissabte, 4 d’abril del 2009

The end of America

Desde 1892 en las escuelas estadounidenses cada mañana los niños deben hacer un juramento a la bandera que dice así:

"Juro lealtad a la Bandera de los Estados Unidos de América y a la República que representa, una nación al amparo de Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos."

Centrémonos en esta última frase; "con libertad y justicia para todos". No es necesario que me extienda mucho sobre el hecho de que, desde el 11 de septiembre, se han reducido enormemente las libertades civiles a nivel global, simplemente con mencionar el endurecimiento de los controles en los aeropuertos es suficiente para patentar este hecho. Pero lo cierto es que los cambios que se han producido no son una mera reacción proteccionista de una nación con miedo, sino un atentado en contra de los derechos individuales del mundo entro que, poco a poco, comienza a mostrar su rostro ante todos. Cada vez somos más conscientes de que sobre nuestras cabezas pende la espada de Democles de una nueva forma de fascismo global que no conoce naciones, y cada vez somos más abiertos en reconocer que no es una exageración pensar que se avecina la cara mala del ciclo eterno de la historia. Girona, Cataluña, España, Europa, el mundo; la misión del conquistador es franquear las fronteras, y qué mejor manera de hacerlo que estas cedan voluntariamente con el beneplácito de los líderes internacionales y la abnegación de una población civil adormecida. Ocio y negocio, eso es todo lo que ocupa nuestras vidas y nuestras mentes. Estamos plácidamente sedados por el ruido de la postmodernidad, pasamos a ciegas por un momento de decisión crucial para el futuro de la historia de la humanidad. Ese frágil equilibrio entre el poder civil y el poder político que la democracia occidental conoció a mediados y finales del siglo XX comienza a convertirse en un imperialismo global enmascarado ¿Qué está pasando en EE.UU? y, por ende, ¿qué está pasando en el mundo entero?

Más de uno de nosotros ha oído hablar del Patriot Act, bien, es una ley que se implementó en Estados Unidos a raíz del 11-S y que, entre otras cosas, permite a las fuerzas del Estado irrumpir en el hogar de cualquier civil sin su consentimiento, interceptar correo y conferencias telefónicas, arrestos preventivos, y modular la libertad de expresión. Así como el gobierno estadounidense se ha otorgado el derecho de desarmar a otras naciones al tiempo que invierte cifras astronómicas en armamentos, también tiene el derecho de detener a cualquier ciudadano o grupo de cualquier país del mundo si lo considera sospechoso de cualquier supuesto indicio de terrorismo. Eso nos incluye a todos. Expresarse puede ser considerado también una inclinación terrorista. Puede parecer una exageración porque los efectos de los derechos suprimidos se disuelven dócilmente en nuestra cotidianidad y no tardamos en naturalizarlos en nuestras vidas, pero -si antes no decantamos la balanza- estamos en el umbral de una nueva época de represión con unas posibilidades tecnológicas y comunicativas sin precedentes. Es decir, 1984 fue la contra-utopía de una persona que no conocía el abasto de la ciencia actual. Todos los países en todos los momentos de la historia han pasado por momentos atroces, el hecho de no haberlos vivido no puede garantizar que sin esforzarnos seamos una generación exenta de ellos.

Titular de hoy de El País digital: "Obama advierte de que Al Qaeda es un peligro mayor para Europa que para EE UU"

Recomiendo la película-documental The end of América de Naomi Wolf.

.............................................................................Anima Vili